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Con última función de documental “Robar a Rodin” se despide el ciclo MiraDoc 2017

La cinta se exhibe en el Centro Cultural Municipal de Ovalle. Aborda el robo de una escultura de Auguste Rodin desde el Museo Nacional de Bellas Artes, en 2005, por parte de un estudiante universitario, quien justificó su delito como una supuesta acción artística.

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Es la octava y última película del ciclo anual del Programa MiraDoc, dedicado a la circulación de documentales chilenos.

 

Este jueves 30 de noviembre, a las 19:30 horas, en el Centro Cultural Municipal de Ovalle (Independencia 479), se realizará la última función del documental “Robar a Rodin”, película dirigida por Cristóbal Valenzuela y producida por María Paz González, que investiga el robo de arte más curioso y recordado en la historia de Chile: el hurto de una valiosa escultura del artista francés Auguste Rodin, llamada “El Torso de Adele”, desde el Museo Nacional de Bellas Artes, en junio de 2005, cuando se efectuaba a una exposición especial de obras originales facilitadas por el Museo Rodin de París. El responsable resultó ser un estudiante de la carrera de Arte, llamado Luis Onfray, quien tras informar inicialmente que había encontrado el objeto en la calle, afirmó luego que la había robado como parte de un proyecto artístico, destinado a comprobar que “una obra de arte estaba más presente no estando”.

La entrada tiene un costo de $ 1.500.

En la cinta –premiada como Mejor Documental Latinoamericano en el Festival Internacional de Cine de Viña del Mar– se muestran datos, dramatizaciones y entrevistas con artistas, abogados, teóricos y ex autoridades de la época, como también al propio protagonista del hurto, quien posterior al robo adoptó el nombre de Emilio Fabres.

Con esta función llega a su fin el ciclo anual 2017 del Programa Miradoc, que se ha convertido en una plataforma imprescindible para la difusión del cine chileno, específicamente el cine documental. Nacido en 2013, como una iniciativa de la Corporación de Documentalistas Chiledoc, se ha consolidado gracias a una cartelera estable, foros con los directores y una red de salas que abarca todo el país, desde Arica a Punta Arenas, entre las cuales se cuentan el Centro Cultural Municipal de Ovalle y el Teatro Centenario de La Serena. Además, se desarrollan ciclos especiales en Vicuña.

El Programa MiraDoc es financiado por el Programa de Intermediación Cultural, Convocatoria 2016, y el Fondo de Fomento Audiovisual, Convocatoria 2017, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

 

“Fue un rodaje complejo”

El director Cristóbal Valenzuela conocía al artífice del robo, Luis Onfray, cuando éste cometió el hecho. “Yo estudiaba cine en ARCIS y él estudiaba arte en la misma universidad”, recuerda el realizador. “No nos conocíamos, pero viví todo el tema muy de cerca. En ARCIS era usual ver alumnos implicados en acciones subversivas, sin embargo, el caso del robo de la escultura de Rodin era distinto. Por primera vez estábamos frente a un estudiante que justificaba su acción delictual con argumentos estéticos”.

La investigación duró seis años, en los que contactaron a decenas de personajes implicados en la historia. El director cuenta que “varios no quisieron hablarnos, entre ellos los guardias del Museo Nacional de Bellas Artes. Sólo uno aceptó y creo que sólo lo hizo porque es evangélico. Al protagonista nos costó encontrarlo. Había cambiado de nombre, de Luis Onfray a Emilio Fabres, del primer al segundo nombre, del primer al segundo apellido. Cuando dimos él se mostró muy colaborativo. Vio en este proyecto una oportunidad de explicarse y expresarse como artista. Nunca antes le habían dado una ventana así”.

La productora María Paz González confiesa que otro obstáculo fue lidiar con el bloqueo del Museo Rodin, en París, que se negaba a que grabaran en sus espacios, además de prohibir a toda su gente relacionada a hablar con los realizadores. “El Museo Rodin interpretó que nuestra película era una ‘apología al robo’, que quedaba la idea de que era divertido andar por ahí robándose obras de Rodin. Si bien hay una ironía con respecto al absurdo del hecho nunca fue la intención plantearle eso al espectador. También fue muy difícil conseguir a Milan Ivelic. El robo es uno de sus peores recuerdos de todos los años en los que estuvo a cargo del museo. Recordar eso no era algo que le generara interés, por eso agrademos mucho la apertura al diálogo que tuvo el museo y las autoridades que se vieron vinculadas al caso, las que entendieron la dimensión reflexiva que proponía la película en torno al arte y al quehacer del artista”, indica González.

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