A nivel mundial, la educación este año ha presentado luces y sombras. Si bien existen avances tecnológicos encabezados por la masificación de la inteligencia artificial la cual está apoyando la personalización, acceso a recursos digitales, tutorización y optimización del tiempo docente, se han agudizado algunos problemas estructurales. Según cifras de UNESCO, hay casi 250 millones de niños y niñas que no asisten a la escuela; a esto se suman los más de 700 millones de adultos en estado de analfabetismo, además de que todavía se notan los efectos de la pandemia en aprendizajes no logrados o problemas de convivencia educativa que suelen afectar a los sectores más descendidos socioeconómicamente.
Dentro de este escenario, la tecnología como apoyo al aprendizaje se ha visto cuestionada, avanzando el número de países que están prohibiendo la utilización de celulares, pero no por su potencial pedagógico, sino por los efectos que su uso sin control genera en la atención y socialización de niños y jóvenes. Si embargo, la inteligencia artificial, no exenta de debate por temas éticos y, sobre todo, por la merma de capacidades básicas si es que los estudiantes resuelven todos sus desafíos con ella, ha tenido mejor suerte, siendo varios sistemas educativos a nivel mundial la que la han posicionado en sus políticas públicas y planes de estudio.
Se ha avanzado en marcos éticos que intentan regular el uso de la IA, y, si bien faltan todavía desarrollos específicos en el mundo educativo, ya existen algunas propuestas, como por ejemplo la de la UNESCO, que deben ir siendo adaptadas a las necesidades particulares de cada país e institución. Avanzando en ese tema, en paralelo se han ido posicionando algunas ventajas que entrega la inteligencia artificial y que remedian (en parte) algunos de los problemas en educación. La capacidad de esta herramienta para adaptar contenidos, hacerlos más didácticos y personalizados, o de generar nuevas experiencias de aprendizaje, permite avanzar en garantizar una educación de calidad para todos, como indica el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 4 de UNESCO; pero, para ello, es necesario establecer procesos de formación docente que permitan explotar estas capacidades, con el foco de reducir la brecha digital existente y la que se está generando entre quienes usan bien esta tecnología y quienes no.
De esta forma, el 2025 presenta para los años venideros una serie de desafíos, donde la innovación y la tecnología pueden ser un ámbito de respuesta para las debilidades estructurales de los sistemas educativos. Mientras la IA se use desde una perspectiva ética, reduciendo sus sesgos, apuntando a la inclusividad, y, sobre todo, con una base pedagógica sólida donde se apliquen nuevas estrategias metodológicas que aseguren las habilidades de los estudiantes, es posible que se posicione como una herramienta que realmente apoye tanto a alumnos como docentes y, con ello, contribuya a reforzar la calidad y equidad de los sistemas educativos, uno de los grandes desafíos de la actualidad.
Por: Cristian Villegas Director Instituto de Educación y Lenguaje Universidad de Las Américas.









