Sin cobre simplemente no hay futuro eléctrico posible. Este metal, abundante en Chile, es mucho más que un conductor: está presente en cada eslabón de la transición energética global. Desde los sistemas de transmisión que llevan electricidad a las ciudades, hasta las baterías que almacenan energía solar o los motores que impulsan los autos eléctricos, el cobre es el hilo invisible que sostiene todo el cambio.
Miguel Torres, ingeniero eléctrico y académico de la Universidad de los Andes (UANDES), explica que “el cobre está en el corazón de todo lo que implique energía eléctrica”. En el caso del almacenamiento energético para redes, por ejemplo, no basta con tener baterías. Estas deben conectarse a sistemas de conversión, transformadores y subestaciones para integrarse a la red de transmisión. Y cada uno de estos componentes, desde el cableado hasta los equipos de potencia, requiere grandes cantidades de cobre.
Usos y beneficios
El cobre sobresale frente a otros materiales por su alta conductividad eléctrica, lo que lo convierte en la mejor opción técnica para reducir pérdidas de energía. Además, es resistente, fácil de reciclar y confiable frente a condiciones climáticas o ambientales adversas, lo que lo vuelve ideal para grandes infraestructuras eléctricas. “Podríamos usar otros metales, pero ninguno ofrece el equilibrio entre eficiencia, disponibilidad y reciclaje que tiene el cobre”, afirma Torres.
La revolución del transporte es un ejemplo claro. Un vehículo eléctrico puede contener entre 80 y 100 kilos de cobre, frente a los 10 o 20 kilos que usa uno de combustión interna. Esto se debe principalmente a la electrificación de sus sistemas, incluido el motor, y a la necesidad de componentes como inversores, cableado adicional, cargadores y sistemas de control. “Es una diferencia enorme que refleja cómo el cobre se vuelve fundamental en cada avance tecnológico hacia un modelo más limpio”, agrega.
Lo mismo ocurre con las energías renovables, “tanto en turbinas eólicas como en paneles solares, el cobre está presente en la construcción, el cableado, los transformadores y sistemas de conexión” detalla el ingeniero. La eficiencia final del sistema depende no solo de la cantidad, sino también de la calidad del cobre utilizado. Y como era de esperarse, el precio del cobre impacta directamente en el costo de fabricar y escalar estas tecnologías.
A esta creciente demanda se suma un nuevo factor de presión: la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China, donde el cobre ha comenzado a jugar un rol silencioso pero estratégico. Las tensiones comerciales entre ambas potencias, sumadas a la necesidad global de acelerar la electrificación, están encareciendo y tensionando el mercado del metal rojo.