En un día como hoy 9 de marzo, pero hace exactamente 104 años, el joven estudiante de la Fuerza Aérea Nacional Alejandro Bello Silva perdió el rumbo de su aeronave. Desde ese día nació el conocido dicho “más perdido que el Teniente Bello”.
El capitán Manuel Avalos, dispuso que el lunes 9 de marzo de 2014 se realizara un raid (circuito) desde el Aeródromo de Lo Espejo en Santiago hasta Cartagena pasando por Culitrín, lugar ubicado entre Paine y San Francisco de Mostazal, y retornando a Lo Espejo.
El objetivo era que los tenientes Alejandro Bello Silva, Julio Torres, Tucapel Ponce y el sargento Menadier, pudieran sacar su título de aviador, en un vuelo que debería durar 48 horas.
Ese día la jornada comenzó a las 5:30 am. A esa hora despegó la primera nave a cargo del teniente Torres, rumbo a la costa. Sin embargo, a poco andar, tuvo que abortar su vuelo y volver al Aeródromo Lo Espejo donde se encontró con el teniente Bello, quien también debió regresar debido a la espesura de la niebla.
Bello pilotaba un aparato Bleriot, sin embargo, al aterrizar cayó en una acequia y averió su máquina, la que remplazó por un Sánchez Besa Nº 13, un aparato con escasas partes metálicas. Vistiendo su tenida especial para volar; casco, lentes, casaca de cuero y bufanda para protegerse del viento, revisó su nueva nave de ochenta caballos de fuerza. Verificó su brújula, diagnosticando que estaba todo correcto para cuanto se reanudara la prueba.
El joven Alejandro Bello, había ingresado como cadete en un curso especial de la Escuela Militar, el 27 de mayo de 1909. Catorce meses más tarde, el 4 de julio de 1910 y con 22 años, su vocación militar le permitió obtener el grado de teniente segundo de Ejército en el arma de Infantería.
Alejandro Bello Silva, era hijo de José María Bello (hijo de Andrés Bello) y Ana Rosa Silva. Su infancia la vive en la ciudad de Ancud. Es el tercero entre cuatro hermanos.
Quién sabe si estos pilotos era supersticiosos, pero francamente el haber abortado dos vuelos, haber dañado una nave y haberle destinado al teniente Bello un avión con el número 13, parecía un verdadero presagio de la mala suerte.
Sin embargo, el trío remontó vuelo nuevamente a la 9:30 horas. Bello y Ponce lograron llegar sin novedades Culitrín. Pese a la neblina pudieron aterrizar sin problemas. Cabe recordar que por esos años los pilotos debían volar a “ojo desnudo” pues los instrumentos de navegación eran muy precarios.
Mientras, Torres y Menadier fallaban en su segundo intento para llegar a Cartagena, este último terminó con su avión casi totalmente destruido.
Desde Culitrín, los motores se alistaban para continuar viaje hacia Cartagena a las 16:00 hora aproximadamente. Una hora más tarde, el teniente Torres despegaba desde lo Espejo, sin llegar a su destino, debiendo aterrizar de emergencia en Mallearauco, resultando ileso, pero con su avión destrozado. Con esto se sumaba el tercer aparato destruido del día.
Durante el trayecto de estos pilotos, Ponce siempre observó a Bello volando delante de él, sólo durante algunos segundos lo perdía de vista. En las cercanías de Buin, el teniente Ponce, tuvo que buscar un lugar para aterrizar ya que se le acababa la bencina, así es que después de esquivar unos viñedos logró detener el aparato sin ocasionarle mayores daños. Una vez en tierra, el teniente preguntó por su amigo Bello, pero nadie pudo darle noticia de él. Para pesar del aviador, su búsqueda no fue inmediata, porque en un primer momento se dijo que había aterrizado sano y salvo en las cercanías de Llolleo. Los primeros rescates fueron para los otros pilotos que se encontraban accidentados en distintos lugares de la zona contemplada en el raid.
LA BÚSQUEDA
Al día siguiente, el capitán Avalos ordenó con urgencia la búsqueda por mar y tierra del teniente Bello. De esta manera se alertó a la policía de Melipilla, San Antonio y Cartagena la que recorrió a caballo toda la región. A su vez se solicitó la cooperación de la Armada, quien dispuso el buque “Gálvez” para rastrear el mar desde San Antonio.
Mientras ello ocurría, la desbordante imaginación de decenas de ciudadanos comenzó a hilvanar historias que jamás se pudieron comprobar. Algunos lo vieron mal herido en un fundo cercano a Llo Lleo, una mujer de Cartagena dijo haber visto caer cerca de su vivienda “un pájaro raro y enorme que hacía mucha bulla”. Incluso se llegó a decir que el cadáver de de Bello había sido encontrado sin ojos. Todo fue una broma de mal gusto.
La búsqueda del aviador perdido se concentró principalmente en la zona de Melipilla, Llo Lleo, San Antonio y Cartagena.
Durante diez días la Aviación Militar, a pesar de las dificultades provocadas por la neblina y las escarpadas montañas, exploró toda esa zona, arriesgando muchas veces la vida de los pilotos destinados a esta misión.
La comisión investigadora de la Escuela de Aeronáutica comunicó: “Se cree que el Teniente Bello ha caído al mar“. Por lo tanto, el 24 de marzo el gobierno de Ramón Barros Lucos y la Escuela de Aviación Militar dieron por terminada la investigación.
Así nace el famoso dicho, basado en el extraviado teniente, cuyo último recuerdo fue haberlo visto volar con dirección hacia la cordillera; después no se volvió a ver ni se encontró rastro alguno de él o su nave.
Es probable que el teniente haya desviado demasiado su dirección, saliendo más allá de los parámetros de búsqueda o que haya caído violentamente al mar sin dejar rastro. Es lo que cree el investigador histórico del Museo Aeronáutico de Santiago, Eduardo Werner
“Esta es una tragedia más de la aeronáutica. En esos años había un accidente casi todos los días. La duración de vida de los pilotos era baja, era muy riesgoso por la propia materialidad de los aviones. Fue una terrible pena, pero fue uno más. Mi apreciación personal es que cayó al mar y se acabó el tema. Voló sobre el mar, equivocó la navegación, que era muy corriente en esa época, recordemos que los medios eran muy limitados, se le acabo la bencina y al agua, así de simple y trágico”, indicó Werner.
También pudo hacerse estrellado contra alguna quebrada cordillerana. Se barajan algunas posibilidades, pero la ilusión de encontrar al teniente Bello ha traspasado el tiempo.
MISTERIOSOS RESTOS
En 2007, un grupo de expedicionarios, encabezados por el Jorge Ponce, presidente del Club Aéro de San Antonio, realizó una busqueda en la localidad de Cuncumén de los restos del malogrado aviador. Durante esa expedición lograron encontrar unos misteriosos fragmentos de un fuselaje de avión.
“Este tema quedó en la incogita porque nosotros encontramos unas piezas de avión en ese sector y donde no existe un registro que haya ocurrido algún accidente en avión en ese sector, pero como las piezas no tenian ningún tipo de numeración, no se puede comprobar que se trata efectivamente al avión de Teniente Bello. Los restos que encontramos están en el rumbo entre Culitrín a Cartagena. Ahí tuvimos que finalizar nuestra investigación y las piezas las donamos al Museo de San Amtonio donde se pueden ver”, dijo a La Voz del Norte, Jorge Ponce, justo cuando se cumplen 104 de la desaparición del Teniente Bello.
Pudo aer abducido….?