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Viernes, Diciembre 13, 2024
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¿Cuánto sirve una calificación escolar?

El debate sobre el uso de notas o calificaciones en los menores en etapa escolar evidencia la necesidad de replantearse los recursos educativos, acordes con los tiempos y de una evaluación que considere la neurodiversidad en el aula.

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Las calificaciones están destinadas a determinar la evolución de los aprendizajes, y son necesarias para valorar el progreso en el avance curricular. Sin embargo, cuando una calificación se interpreta como una realidad estática y única del aprendizaje, pierde su propósito. Considerar una nota como una medida definitiva de lo que “es” o “puede hacer” un menor con su aprendizaje condena su éxito escolar y su potencial, limitando su desarrollo en cualquier curso, impactando además en su autoestima y confianza.

Es esencial entender la evaluación en su justa medida. Por un lado, mide el avance en el conocimiento, pero también en el influye en otros factores, como la comprensión de los contenidos y la capacidad de aplicarlos al momento de evaluarlos.

Es necesario preguntarse si una baja calificación refleja dificultades de comprensión o problemas al materializar el conocimiento, ya que es clave para una evaluación más justa. Además, la creencia de que una calificación refleja el nivel de inteligencia genera desigualdades. Los buenos y malos promedios, así como los “buenos” o “malos” alumnos, son producto de comparaciones con un estándar único y no inclusivo, en lugar de una valoración del progreso individual.

Por otra parte, el concepto de neurodivergencia se menciona y en ocasiones se aplica con frecuencia como una “evaluación diferenciada” en modalidad, tiempos o contenidos, sin valorar de manera adecuada los propios avances del menor o sus características en el aprendizaje. Para una educación que se considera inclusiva, se requiere más que “menos exigencia”; sino que valorar las divergencias y los avances desde las fortalezas de cada estudiante, permitiendo una evaluación inclusiva.

Así, la evaluación debe analizarse más allá de las metodologías o las estrategias, y distinguirse de la capacidad de aprendizaje de los alumnos, de su inteligencia o de su valor social.

La evaluación debe ser un complemento al currículo y ubicarse en una jerarquía donde se destaque el desarrollo individual y las posibilidades de aprender, los aprendizajes que fomentan la motivación en el propio alumno y sus intereses por sobre el contenido y el logro específico de una nota o calificación.

Claudia Figueroa 

Académica Escuela de Fonoaudiología

Universidad Andrés Bello

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